Elena y las joyas
Elena era la sirena más hermosa de la laguna. Tenía un precioso pelo negro, tan largo que le llegaba a la cola. Sus ojos eran de un profundo color verde esmeralda y su piel tan blanca como una perla. Pero Elena era tan arrogante y vanidosa que las otras sirenas no la querían.
-Elena tiene un concepto
demasiado alto de sí misma-decían sus compañeras-. Un día de estos tendría que
espabilar.
Sólo había una criatura que
adora a Elena: Tita, la tortuga gigante, que la seguía a todas partes. Pero
Elena no le hacía caso, pues sólo tenía ojos para sí misma y se pasaba el día
mirándose en el espejo.
Un día, Elena oyó cómo las
sirenas hablaban de un barco pirata hundido en el fondo del océano que tenía un
cofre lleno de joyas.
-Pero nadie bebe tocarlas-dijo
una de las sirenas-, porque el barco está maldito.
-¡voy a buscar ese barco
pirata!-dijo Elena a Tita-. Me haré con el tesoro. ¡Imagínate lo guapa que
estaría yo toda cubierta de joyas!
-Elena se puso sin tardanza en
camino.
-¡Espérame!-le gritó Tita
moviendo sus patas en el agua con fuerza- Es peligroso que vayas sola.
Elena nadó y nadó y llegó a
una zona del océano en la que nunca había estado. Buceó entre peces de colores
y arrecifes de coral, y finalmente divisó el casco de un barco.
-Ten cuidado, Elena-le
recomendó la tortuga-. Recuerda que es un barco pirata maldito.
-¡tonterías!-contestó Elena
malhumorada-.
He venido por las joyas y no
pienso irme sin ellas.
Elena vio en seguida el cofre
a través de un gran orificio en cubierta. Se introdujo por él y pronto llegó
junto al tesoro. Abrió la tapa y pudo ver gran cantidad de joyas de
maravillosos colores.
Elena sacó primero un suntuoso
collar y se lo puso. En el cofre había también un espejo de mano de oro y
plata. Lo tomó para poder admirarse con el collar. ¡Era bellísimo! Elena se
veía más linda que nunca.
De pronto el espejo saltó en
mil pedazos. Las cuentas del collar se transformaron en pesadas piedras. ¡Era
la maldición del barco! Elena trató de huir nadando, pero no pudo moverse por el
peso del collar.
-¡Socorro!-Gritó Elena.
La tortuga Tita que esperaba
cerca del barco no tardó en aparecer.
-¡ayúdame, por
favor!-¡ayúdame!
Con sus fuertes patas, Tita
rompió el collar y liberó a Elena.
-Tú no necesitas joyas, le
dijo Tita. Eres muy linda sin ellas.
Una vez sana y salva, Elena contó a las otras sirenas
lo sucedido en el barco y les dijo:
-He aprendido la lección:
¡nunca volveré a ser tan vanidosa!
FIN
Elena y las joyas
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